domingo, 11 de junio de 2017

EL AGUA EN EL PLANETA

El agua salubre y fácilmente accesible es importante para la salud pública, ya sea que se utilice para beber, para uso doméstico, para producir alimentos o para fines recreativos. La mejora del abastecimiento de agua, del saneamiento y de la gestión de los recursos hídricos puede impulsar el crecimiento económico de los países y contribuir en gran medida a la reducción de la pobreza. Persisten acusadas desigualdades geográficas, socioculturales y económicas, no solo entre las zonas rurales y urbanas, sino también en el seno de las ciudades, donde las personas que viven en asentamientos informales, ilegales o de bajos ingresos tienen por lo general un menor acceso a fuentes mejoradas de abastecimiento de agua potable que otros residentes.

Agua y salud

El agua contaminada y el saneamiento deficiente están relacionados con la transmisión de enfermedades como el cólera, otras diarreas, la disentería, la hepatitis A, la fiebre tifoidea y la poliomielitis. Los servicios de agua y saneamiento inexistentes, insuficientes o gestionados de forma inapropiada exponen a la población a riesgos prevenibles para su salud. Esto es especialmente cierto en el caso de los centros sanitarios en los que tanto los pacientes como los profesionales quedan expuestos a mayores riesgos de infección y enfermedad cuando no existen servicios de suministro de agua, saneamiento e higiene. A nivel mundial, el 15% de los pacientes contraen infecciones durante la hospitalización, proporción que es mucho mayor en los países de ingresos bajos.
La gestión inadecuada de las aguas residuales urbanas, industriales y agrícolas conlleva que el agua que beben cientos de millones de personas se vea peligrosamente contaminada o polucionada químicamente.
Se calcula que unas 842 000 personas mueren cada año de diarrea como consecuencia de la insalubridad del agua, de un saneamiento insuficiente o de una mala higiene de las manos. Sin embargo, la diarrea es ampliamente prevenible y la muerte de unos 361 000 niños menores de cinco años al año se podría prevenir si se abordaran estos factores de riesgo. En los lugares donde el agua no es fácilmente accesible, las personas pueden considerar que lavarse las manos no es una prioridad, lo que aumenta la probabilidad de propagación de la diarrea y otras enfermedades.
La diarrea es la enfermedad más conocida que guarda relación con el consumo de alimentos o agua contaminados. Sin embargo, hay también otros peligros. Casi 240 millones de personas se ven afectadas por esquistosomiasis, una enfermedad grave y crónica provocada por lombrices parasitarias contraídas por exposición a agua infestada.
En muchas partes del mundo, los insectos que viven o se crían en el agua son portadores y transmisores de enfermedades como el dengue. Algunos de estos insectos, denominados vectores, crecen en el agua limpia, y los contenedores domésticos de agua de bebida pueden servir como lugares de cría. Tan solo con cubrir los contenedores de agua es posible reducir la cría de vectores, con el beneficio añadido de reducir la contaminación fecal del agua en el ámbito doméstico.
De aquí a 2025, la mitad de la población mundial vivirá en zonas con escasez de agua. La reutilización de las aguas residuales para recuperar agua, nutrientes o energía se está convirtiendo en una estrategia importante. Los países están utilizando cada vez más las aguas residuales para regar: en los países en desarrollo, esto representa el 7% de las tierras de regadío. Si bien esta práctica plantea riesgos para la salud, la gestión segura de las aguas residuales puede aportar múltiples, como el aumento de la producción de alimentos.
En 2015 la OMS introdujo el concepto de Plan de Seguridad del Saneamiento para respaldar la aplicación de las directrices sobre las aguas residuales. La OMS está promoviendo prácticas eficaces de evaluación y gestión de riesgos entre todos los grupos, incluidos los proveedores de agua potable, las empresas de tratamiento de aguas residuales, los agricultores, las comunidades y los particulares.
A menudo se asume que las personas más pobres del mundo carecen de suministros de agua formales porque no pueden darse el lujo de asumir el costo. En realidad, tal como veremos en los estudios de caso que se narran en este informe, los más pobres ya se lo están dando, y a menudo pagan mucho más que aquellos de sus conciudadanos que tienen la buena fortuna o son lo suficientemente ricos como para contar con un punto de agua “oficial”. En 16 países, más del 40 por ciento de la población carece de acceso incluso a la fuente de agua más elemental, como por ejemplo un pozo de agua protegido.2 Los habitantes de las comunidades pobres y marginadas no tienen más remedio que recolectar agua sucia de charcos al aire libre y ríos, o destinan un gran porcentaje de sus ingresos a comprar agua de vendedores ambulantes. El agua de estas fuentes representa siempre un riesgo para la salud, en muchos casos mortal. A nivel mundial, las enfermedades diarreicas ocasionadas por la ingesta de agua sucia y la falta de saneamiento adecuado constituyen la segunda causa de mortalidad infantil después de la neumonía, cobrándose 315,000 jóvenes vidas cada año.
http://www.who.int/mediacentre/factsheets/fs391/es/
www.wateraid.org/uk/~/media/Publications/el_agua_a_que_precio.pdf?la=en-GB

El problema del agua

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